jueves, 17 de mayo de 2007

La demanda del "nosotros": descubriendo la ciudad como acontecimiento de consumo cultural

La demanda del "nosotros": descubriendo la ciudad como acontecimiento de consumo cultural.
Soc. Carlos E. Guzmán Cárdenas.
En: http://www.crim.unam.mx/cultura/ponencias/ponen2faseindice/guzm%C3%A1n.htm
Presidente de Innovarium Inteligencia del Entorno. Magister en Ciencias Administrativas (UCV). Especialista en Gerencia de Proyectos de Investigación & Desarrollo (UCV). Miembro del Consejo de Redacción de la Revista Comunicación del Centro Gumilla. Profesor de Postgrado Universitario.
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Este ensayo forma parte del libro titulado: Medios de Comunicación y Poder. Publicado por la Universidad Central de Venezuela/Fundación Carlos Eduardo Frias. 1ra. Edición 1996.
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Con el paso del tiempo, hemos ido convirtiendo nuestras conversaciones sobre la urdimbre cultural venezolana y, particularmente sobre la "ciudad cultural", en algo que se asemeja cada día más a un intercambio entre planificadores. Como si la cultura de la ciudad por la que vivimos, pensamos y actuamos significativamente en la vida social y, las imágenes de la ciudad que organizan, nombran y definen el uso del espacio público urbano fuesen exclusivamente asunto de burócratas, leyes, ordenanzas municipales, subsidios culturales, arreglos organizacionales y transacciones de mayor o menor cuantía entre los directores de cultura y directivos del organismo rector nacional.
El debate deseable, pero no probable, sobre las prioridades culturales y comunicacionales del país así como del propio tejido urbano hacia el fin del milenio, se nos ha ido de las manos y, a ratos, más por la voluntad e inteligencia de un funcionario se tornan "tácticos", mas no "estratégicos", en la mesa de discusión del presupuesto nacional. Y en ese sentido, mientras el eje actual de las polémicas sobre las características y tendencias de la trama cultural venezolana permanezcan girando alrededor de tópicos, tales como, el de las políticas culturales, el papel del Estado y el mercado, el financiamiento de los agentes municipales, la institucionalidad cultural -si un Ministerio, un Consejo u otro dispositivo-, las regulaciones para las industrias de la comunicación y otros similares, pero sin una visión de transformación a largo plazo de la vida pública(1) que hable a la ciudad, la verdad es que seguiremos con "más de lo mismo".
En la experiencia de nuestra modernidad latinoamericana, como afirma el sociólogo chileno José Joaquín Brunner (1993), la cultura tiene que ver con un orden de significados completamente distinto: en el fondo, tiene que ver con la capacidad colectiva de producir sentidos, afirmar valores, compartir prácticas e innovar.
No es extraño, por lo mismo, que contemporáneamente vuelva a plantearse en el centro de los estudios culturales y comunicacionales latinoamericanos los problemas de la ciudad como polis y espacio público -res publica-; la ciudad como textura de vida pública, sociabilidad y urbanidad; los nuevos modos de relacionarnos, integrarnos y distinguirnos en los lugares públicos que expresan la existencia de diversas matrices culturales cuyos "actores" participan activamente en la conformación de la cultura urbana (REGUILLO, Rossana.1993); la concepción del espacio y de la vida pública urbana -mucho más allá de la calle, la plaza y el parque- como escenarios de conflictos por aquello que la sociedad produce y por las maneras de usarlo, por consiguiente, lo que significa el ejercicio de la ciudadanía a través de las prácticas de consumo cultural(2), el cual desborda la esfera de las interacciones políticas clásicas sujetas a las reglas abstractas de la democracia.
En ningún otro territorio se hace tan visible lo que la crisis de la modernidad tiene de envergadura histórica; es en las ciudades donde se percibe la mutabilidad de un orden consideradas hoy por muchos como aglomeraciones de caos, violencia y contaminación, imposibles de manejar; la crisis de una organización del espacio y del tiempo pensados en términos de información/tráfico/flujo peatonal que revelan ahora con frecuencia los estigmas de su mayor pobreza.
La crisis de la modernidad, tal como nos indica Jesús Martín-Barbero (1994), arrancó en la ciudad, por tanto, ha pasado ser ese lugar clave en el cual se hace más evidente que ningún otro "la crisis de lo público": el estallido de lo que entendíamos por vida, ambiente y lugares públicos. De esta manera, hoy en día la conducta pública es mas acerca de observar y el conocimiento que se adquiere en público es mas visual desembocando en la paradoja moderna de visibilidad y aislamiento, una clase especial de espacio de apariencia (BRILL, Michael. 1992). De igual forma, lo privado y lo público se entremezclan; el horizonte simbólico de los espacios públicos de comunicación se han desplazado hacia el consumo domiciliario de nuevas tecnologías de comunicación.
Pese a ello, las ciudades siguen funcionando como poderosos imanes que atraen una heterogeneidad de culturas, costumbres y expectativas cada vez más políglota, abigarrada y en permanente cambio. Se puede hablar de una crisis, pero no acerca de la pérdida de la vida pública sino de los problemas de no haberle puesto atención en forma crítica a su transformación.
Más que nunca, la ciudad se esta volviendo una especie de encrucijada donde percibimos que se concentran, sintetizan y contradicen la mayoría de las dimensiones que se afirman sobre una comunidad interpretativa; esto es, redes del intercambio plural donde todos participamos en la configuración de un país que aspiramos a vivir en común. Una de las maneras de comprender lo que son las ciudades como "acontecimientos públicos" es mirándolas como espacio de comunicación. Al respecto, nos señalan Schmucler y Terrero:
..." un estudio adecuado de la ciudad, en nuestra época, exigiría analizar el papel que cumplen los actuales medios masivos de comunicación en la conformación de la vida urbana.(..) la ciudad es, fundamentalmente, un espacio de comunicación. Desde sus orígenes esta característica, ser un espacio de comunicación, ha permanecido inalterado. Lo que ha ido cambiando -a veces de manera drática- es el alcance de lo que se entiende por comunicación. La concepción del espacio, la percepción del sentido de la ciudad, los modelos imaginados para la construcción habitat, los rasgos atribuidos a la cultura urbana, podrían ser vistos como variables derivadas de este principio estructurante de la ciudad: la comunicación." (3)
De tal manera, que es imposible entender hoy, lo que pasa en los medios de comunicación, lo que hacen e incluso el poder de los mismos, sin mirar desde lo que esta ocurriendo en las transformaciones y apropiación de lo urbano.
La definición histórica de lo urbano no está hecha sólo por los cambios en los vólumenes de lo edificado sino también por la transformación en los usos, en las percepciones, representaciones e imágenes que la gente se hace de su ciudad. Y, esto significa, que estudiar los espacios públicos como acontecimiento cultural comunicacional implica admitir que en el consumo de la ciudad se construye parte de la racionalidad comunicativa e integrativa de una sociedad.
Se suele imaginar el consumo como un lugar de lo suntuario y lo superfluo. Sin embargo, al consumir la "ciudad cultural" también se piensa, se elige y reelabora el sentido social de lo público; como afirman Mary Douglas y Baron Isherwood (1990), el consumo "sirve para pensar". Pero además, sirve para ordenar políticamente cada sociedad; es un proceso en el cual los deseos se convierten en demandas del "nosotros" y en actos socialmente regulados (García Canclini, Néstor. 1995) a través de diversos ritos e instituciones sociales. De modo que, uno de los principales argumentos para justificar la importancia actual de los estudios culturales y comunicacionales de la ciudad radica en que nos permiten reconocer cómo se han alterado las formas de ser ciudadanos a partir de los cambios en los gustos y hábitos de consumo culturales de la gente por el uso de los medios de comunicación electrónicos que inciden en las modificaciones de las expectativas, en las modalidades de percepción -tanto entre los productores como entre los consumidores- así como en la manera de apropiarnos de los espacios públicos que dan sentido de pertenencia.
Territorios sin fronteras: los modos urbanos de comunicar y consumir.
Pero, ¿qué es una ciudad?, ya sea grande, mediana o pequeña. ¿Y, por qué se nos ha hecho un tema tan importante en los últimos años la densidad comunicativa del suburbio, las aceras, los centros comerciales puertas adentro y puertas afuera, los aeropuertos, las autopistas, las paradas de autobúses y carritos "por puesto", los automercados, la vida dominguera de los mercados populares y el alquiler de videos?.
Quizás la respuesta sea, porque las ciudades son los únicos territorios sin fronteras en el que se vive a la vez, una experiencia profunda de identidad local y una relación directa con el mundo, donde lo privado y lo público se interpenetran, donde lo universal ancla en lo local y finalmente, son mucho más expresivas que el campo de los medios de comunicación mismos.
El factor de homogeneidad más fuerte que tenemos en la sociedad es la ciudad. El gran normalizador de las conductas es la ciudad. Hoy día nuestras experiencias cotidianas de la vida pública son cada vez más fragmentadas y fragmentarias caracterizadas por la desconexión social del lugar propio, del lugar antropológico (Augé Marc, 1993) con sentido, significado y memoria: la escisión del interior con el exterior, entre mi vida y la elaboración de una máscara social. Pero, por supuesto, vamos a encontrar mecanismos de adecuación e incorporación como también dispositivos de resistencia cultural urbana, pero que no están del todo separados, sino mezclados. Y, es esto lo que hace difícil investigar los usos del espacio urbano con mentalidad maniquea.
La ciudad es tan híbrida realmente como sus comportamientos sociales son segmentados, pluralistas y estratificados. De hecho, los resultados de los estudios de consumo cultural realizados en algunas ciudades de latinoamérica, como Buenos Aires (1988), Brasilia (1989), Ciudad de México (1989) y Santiago de Chile (1987), nos indican que si bien podemos identificar en las poblaciones urbanas un proceso de diferenciación y segmentación de los usuarios/públicos respecto a la producción y distribución de bienes culturales, también se produce a contracorriente una mixtura de públicos y combinaciones nuevas de actividades culturales por parte de un mismo individuo, con la consiguiente pérdida de delimitaciones clásicas entre los campos culto-académico, industrial-masivo y popular. En consecuencia, se plantea la necesidad de encarar un prejuicio, tal como nos acota Jesús Martín-Barbero, que:
..."consiste en creer que se pueden comprender los procesos de comunicación estudiando sólo los medios, cuando lo que los medios hacen, lo que producen en la gente, no puede ser entendido más que en referencia a las transformaciones en los modos urbanos de comunicar, a los cambios en el espacio público, en las relaciones entre lo público y lo privado que produce una ‘nueva’ ciudad hecha cada día más de flujos, de circulación e informaciones pero cada vez menos de encuentro y comunicación." (4)
Los investigadores argentinos, Hector Schmucler y Patricia Terrero, por su parte, nos aclaran:
"A la ciudad de las vías de comunicación a partir de la segunda post-guerra mundial se le superpone otra ciudad que en la actualidad ocupa casi todos sus intersticios: la ciudad de los medios de comunicación. La comunicación mediática construye el nuevo espacio imaginario de la ciudad actual. El cambio técnico en los medios y procesos de comunicación social rediseña los escenarios urbanos, los espacios públicos y privados, las prácticas sociales de comunicación". (5)
Sin embargo, ¿es posible sostener los actuales corpus teórico-metodológicos que provienen del campo de los estudiosos de la comunicación y que habitualmente se ubican bajo el rótulo de consumo? y, ¿qué diálogos de propuestas teóricas sobre la ciudad y sus espacios de consumo cultural comunicacional se requieren entre diversas disciplinas?.
La nueva configuración urbana del ciudadano está caracterizada por inéditas formas de vida pública -argumentación, estilo, tono, marcas distintivas colectivas, recursos dramatúrgicos, usos del cuerpo, voz, gesticulación, etc- o de viejas formas en lugares no tradicionales, muchos de ellos no son en manera alguna lugares físicos sino espacios virtuales, canales para la comunicación.
Al mismo tiempo, ¿cuál debería ser el modelo de gestión y producción de la cultura urbana que requiere la ciudad tomando en cuenta la des-corporización y des-localización de sus espacios públicos, el rompimiento de las monoidentidades, la desintegración de un imaginario social basado en un espiral de desarrollo y ascenso social, así como la des-territorialización de sus lugares propios, de su cultura local?.
Por otra parte, ¿qué tipo de actuaciones político-culturales deberían orientar la gestión en nuestras ciudades?. Acaso debemos, ¿promover semanas de espectáculo; aniversarias de una nostalgía compartida por una ciudad que al menos parcialmente pudo haber sido una ilusión eurourbanista?.
Debemos tomar en cuenta que para que la comunicación sea eficaz requiere de interacciones de colaboración y transacción entre unos y otros. Este reconocimiento de la compleja heterogeneidad de lo que suele simplificarse bajo el rubro de "el público", exhorta a los responsables de la elaboración de políticas culturales a detenerse en el diseño de políticas "multisectoriales, adaptadas a las zonas, los estratos económicos, educativos y generacionales" (6) desde una perspectiva más general, el filósofo argentino Oscar Landi, nos advierte:
"...que el problema más complejo que debe resolver actualmente todo analista del mercado cultural, es el de la identificación de las mezclas internas que contienen los diferentes públicos." (7)
Los investigadores de la comunicación interesados en rebasar los análisis de la ciudad a partir de la estructura ideológica de los medios, deben abordar la cuestión urbana de los actores de la producción cultural: el diagrama social y las estrategias de producción y circulación de bienes simbólicos en la ciudad; así como también, el cuestionamiento de las fórmulas binarias de las estrategias de políticas culturales urbanas: productores y consumidores, culturas de élite y culturas populares, obras y públicos, autores y lectores.
Sin discusión, estamos en un momento histórico de signo estructural en el cual se ha operado una fuerte transformación de la socialización inherente a la vida pública. Una ruptura derivada más que nada por el cansancio de la nostalgía y la ilusión de una ciudad que no es lo que añoramos; por la obstinación y la repetición de experiencias excluyentes del conjunto social.
Un estado de socialización cultural que ha sido configurado por la urgencia, la ilegalidad, la pobreza crítica, y la crisis de los servicios públicos, incluyendo por supuesto, los culturales. De manera que, pensar y diseñar políticas culturales que recuperen el tejido social y asociativo de los lugares públicos urbanos de nuestras ciudades exige a los entes gestores culturales -estadales y municipales- subrayar la importancia de reconocer, interpretar e investigar tanto los escasos como débiles modos de arraigo y pertenencia presentes, así como también los diversos y complejos referentes identificatorios.
La ciudad de los noventa: el surgimiento del anonimato.
Lo que hace diferente a una ciudad de otra, nos dirá el semiólogo colombiano Armando Silva Téllez (1993), no es tanto su capacidad arquitectónica, cuanto más bien los símbolos, los "fantasmas urbanos" que sobre ella construyen sus propios vecinos(7). La ciudad que tenemos ya no está formada por un tipo de tejido estable, fijo, monoteísta.
La ciudad de los noventa es una multiplicidad de tribus efímeras (MAFFESOLI, M. 1990) basadas en lo expectante y en la declinación de la expresividad verbal en lo público, con una trama urbana policentrada y en una constante interacción entre ellos; en donde lo público se ha ido convirtiendo cada vez más de carácter no espacial desplazándose hacia la privatización de su consumo -apropiación y uso simbólico cultural- como consecuencia de la retribución cada vez más atractiva que ofrecen los medios de comunicación (tv-satélite; tv-cable distribución y video), las telecomunicaciones (extensión telemática, redes) y nuevas tecnologías informáticas en la provisión de valor al usuario/consumidor de una cultura urbana "mass mediática" y/o multimedia.
Demasiado de nuestra vida pública no está cimentada en los lugares físicos; la función espacial no se eliminara pero el territorio desaparece (MARTÍN-BARBERO, Jesús.1993). El espacio público será una extensión temporal, una red de datos de referentes funcionales de identidad privados; creando una nueva identidad cultural de la ciudad y del ciudadano: la identidad del pasajero y del anonimato(8); del lugar de estar al lugar de paso (SCHMUCLER, Hector y Patricia Terrero. 1992), por consiguiente, una cultura urbana nómada.
No obstante, ¿cómo valorar lo anónimo?. Finalmente, ¿a dónde nos conducen estas apreciaciones?. Quizás a entender que en las polémicas sobre cultura y política, se debe tener el valor de re-plantear el tipo de concepción que se tiene de la ciudad y sus expresiones culturales urbanas, con fuerza y sin complejos.
Los parques, las vitrinas de los centros comerciales, los vehículos de transporte público, las vallas de las autopistas, los cartelones de cine y otras tantas "fantasmagorías urbanas", nos invitan a una nueva opción de estudios culturales/comunicacionales urbanos sobre la ciudad, pero también, adelantar formas innovadoras de gestión del interés público cultural., más allá de lo expectante y transitorio.
Los núcleos articuladores del tejido social urbano dejaron de encontrarse en la racionalidad del progreso y de la historia. En la actualidad lo que reune y agrupa está en relación directa con las emociones y mas en lo afectivo, así como también, con la intensidad de sentido depositada por el "nosotros".
La trascendencia contemporánea del factor de identidad local en el desarrollo de la territorialidad cultural urbana revierte en formas de cohesión cultural distintas a la ciudad burguesa regida por contratos. La ciudad de los noventa, esta hecha de tribus -agrupaciones que tienen su territorialidad, rutas y trayectorias en donde construyen sus lugares propios- y redes, sin centro, ni física y culturalmente.
Definir la ciudad como acontecimiento cultural y comunicacional.
En este sentido, recordemos que hay una cultura de la ciudad, es decir, segregada por ella, explicable a partir de ella y que suele ser confundida con la cultura que se produce en ella. Debemos distinguir entre la cultura de la ciudad y la cultura en la ciudad; entre las modalidades comunicacionales de la ciudad y en la ciudad, y por ende, entre el consumo de la ciudad como acontecimiento cultural/comunicacional y el consumo en la ciudad.
Todas estas consideraciones son pertinentes en el momento de trazar algunos lineamientos de investigación sobre la revalorización de la ciudad como objeto de consumo cultural, porque generalmente, con excesiva frecuencia al menos, la aplicación de técnicas cualitativas (como la entrevista individual y grupal, la historia de vida y el relato, el análisis del discurso, la observación participante, etc.) y cuantitativas (la encuesta) en el estudio del consumo cultural urbano terminan por no diferenciar, que las representaciones de la ciudad son "tatuajes" de vida, de "urgencia", que en la realidad urbana nos produce miedo, porque nuestras experiencias cotidianas son cada vez más virtuales y fragmentarias: una ciudad sin memoria; las representaciones en la ciudad son interpretaciones de la vida.
De igual manera, obviamos en los estudios comunicacionales que el propósito general de las investigaciones particulares sobre el "consumidor activo" (lejana de la visión de la relación entre medios manipuladores y audiencias dóciles) debe ser definir la ciudad cultural y comunicacional, vale decir, la multiculturalidad urbana de la ciudad a partir de su memoria colectiva.
Las tesis expuestas nos señalan que "la ciudad como acontecimiento cultural y comunicacional" es la creación de actitudes favorables a la revaloración de la territorialidad histórica urbana de lo público.
Pero lo más importante, es que la realidad urbana de la ciudad y su configuración pública actual parece deslizar su significado con una demanda global de sentido: el "nosotros". Las visiones orientadas al "yo" propias de la década de 1980 se han desvanecido y han sido sustituidas por la perspectiva del "nosotros juntos", propia de la década de 1990 (WAHLSTRÖM, Bengt. 1994). La autorrealización y el estilo personal de vida son todavía importantes, pero ahora hay que tener en cuenta otra dimensión: las nuevas formas de socialización frente a la pérdida del sentido de pertenencia, provocadas fundamentalmente por la desestructuración de la ciudad, o mejor dicho, de una metrópoli, la cual ha sufrido transformaciones profundas que se evidencian en una crisis de los servicios públicos de educación, vivienda, salud, recreación, trabajo y no es de extrañar los servicios culturales, particularmente observable en lo referente a la puesta en valor y conservación del Patrimonio Cultural Urbano. La demanda de este "nosotros" se plantea en el contexto de una fragmentación socio-cultural y espacial.
¿Qué se nombra hoy cuando decimos "nosotros"?, ¿Cuál es el referente de ciudadano y el imaginario social de este "nosotros"?, ¿Qué "nosotros" quedan y cuáles están desapareciendo como sentimiento ciudadano; como identidad colectiva, local y materializada en los componentes vivos del Patrimonio?. Si bien la identidad territorial es una fórmula útil para acumular lo que podríamos calificar de "excedentes de consenso" ó "solidaridades operativas", más allá de los usos a los que se pueda destinar dicho capital social hay que considerar que en última instancia ésta demanda del "nosotros" se expresa a tráves de la valoración del espacio público y la identidad cultural.
CUADRO N° 1.-
LA CIUDAD COMO ACONTECIMIENTO CULTURAL Y COMUNICACIONAL
LA DEMANDA GLOBAL DEL "NOSOTROS".
SITUACIONES POSIBLES PARA REFLEXIONAR SOBRE LA CIUDAD Y LAS NUEVAS FORMAS DE SOCIALIZACIÓN.
CULTURA URBANA.
CAMPO ACADÉMICO-ILUSTRADO-
CAMPO INDUSTRIAL-MASIVO.
CAMPO POPULAR TRADICIONAL/MODERNO URBANO.
ESPACIO.
ESPACIO FÍSICO/ ESPACIO VIRTUAL.
PODER.
PODER AUTORITARIO/PODER DEMOCRÁTICO.
FUNCIONES SOCIALES DEL CIUDADANO.
RESIDENCIAL.
PASAJERO/PEATONAL.
TRANSITO VEHICULAR.
USUARIO/CONSUMIDOR DE UNA CULTURA URBANA MASS-MEDIÁTICA.
DEL LUGAR DE"ESTAR" AL LUGAR DE "PASO".
ENCUENTRO.
SUJETOS SOCIALES.
SOCIEDAD POLÍTICA/SOCIEDAD CIVIL/INDIVIDUO.
ROLES DEL NOSOTROS.
VIVIR.
ESPECTADORES MASS-MEDIÁTICOS Y/O MULTIMEDIA.
CIUDADANÍAS DE BAJA INTENSIDAD.
ANÓNIMO.
USUARIO DE VEHÍCULOS.
OCIO.
ESCALAS.
MICRO/LOCAL/PARROQUIAL/MULTICULTURALIDAD URBANA.
LO PÚBLICO.
ROMPIMIENTO DE LAS MONOIDENTIDADES.
DESTERRITORIALIZACIÓN DE LOS LUGARES PROPIOS.
FRAGMENTACIÓN SOCIO-CULTURAL Y ESPACIAL.
DESLOCALIZACIÓN /DESCONEXIÓN SOCIAL DEL LUGAR PROPIO.
DESCENTRAMIENTO DE LA CIUDAD.
FLUJO (RED) DE INFORMACIÓN
DESCORPORIZACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO.
Realizado por: Soc. Carlos E. Guzmán Cárdenas. 1996. Basado en Conferencia de Enrique A. González O. (1994).
"Nosotros" y el Espacio Público.
En efecto, es en las ciudades donde se perciben con mayor claridad la dificultad de los vínculos existentes entre la sociedad civil y el Estado a nivel local y, por supuesto, la búsqueda de nuevos significados sociales como correlación de fuerzas que se redefinen en el tiempo (a lo largo de la historia) y en el territorio, pero sobre todo, la crisis de la Dimensión de "lo público" a través de una suerte de descorporización del cuerpo-espacio que afecta el sentido de identidad como origen, evolución y proyecto.
La tendencia más general que acompaña a este proceso refiere a un cierto repliegue al espacio privado; una perversa privatización de lo público que se expresaría en "ciudadanías de baja intensidad" (RABOTNIKOF, Nora.1993) y la versión espectacular de lo público como objeto de culto: Yo os sorprendo! (DEBRAY, Régis.1994) en el tratamiento simulado y virtual de los debates públicos que ponen en peligro la noción misma de ciudadano. Desde este plano, la demanda del "nosotros" se concretiza en la necesidad imperante de afirmar los "lugares propios" (AUGÉ, Marc. 1993) como deseos de arraigo, pertenencia, identidad y memoria colectiva a través del fortalecimiento del espacio público. Y, en términos de formulación de estrategias relacionadas con la puesta en valor de los espacios y de los centros simbólicos-emblemáticos de la ciudad se hace imperativo este reforzamiento de lo público: las calles, los malos olores, los mitos cromáticos, los avisos y graffitis y sabores de la urbe como escenarios de la argumentación comunicativa y afirmación de una heterogeneidad socio-cultural desde el punto de vista ciudadano (SILVA TELLEZ, Armando. 1993).
No obstante, ¿cómo encauzar esta demanda en un contexto tendencial hacia referentes de identidad privados, domésticos y domiciliarios?, ¿cómo valorar la idea de ciudadano, el sentido de territorialidad y la pertinencia actual, si existe, de una política cultural dirigida a los espacios de consumo cultural comunicacional de la ciudad frente a fenómenos tan complejos como la fragmentación social, el des-centramiento de las ciudades, la des-urbanización, el rompimiento de las monoidentidades y la des-territorialidad cultural que avanzan en dirección a una nueva configuración de la urgencia y el sobrevivir en la relación público-privado?, ¿cómo evitar una progresiva frivolización de los signos y símbolos de la memoria cultural puestos simplemente al servicio de las imágenes de marca?, ¿contamos con instituciones culturales e ideas innovadoras por parte de nuestras escuelas de comunicación, sociología, antropología y de artes, capaces de superar esa visión patrimonialista-monumentalista y metafísica en el tratamiento de la ciudad cultural/comunicacional y, su correspondiente correlato acumulativo en territorios nítidamente definidos: nación, región, municipio, ciudad?, ¿y asimismo, están dispuestas a enfrentar la dimensión comunicativa y cultural de "lo público"?. Por otra parte, ¿cómo defender algún sentido colectivo de territorialidad en aquellas ciudades del país, inabarcables e inseguras, como el caso de Caracas, en el entendido de que la relación espacio público-lugar propio-nosotros, elementos claves de cualquier realidad urbana, se encuentran en tensión por la administración privada del "control remoto"?.
Las nuevas condiciones culturales de rearticulación entre lo público y lo privado: los espacios de consumo cultural comunicacional.
En el caso de Venezuela, la acción cultural de los agentes públicos y privados sigue obedeciendo al paradigma político-cultural difusionista-extensionista, prevaleciendo como característica central el mecenazgo patrimonialista en discrepancia con la evolución del consumo cultural (los hábitos, prácticas y gustos) de las grandes mayorías. Sumado a este modelo, encontramos un proceso tendencial de mediatización de lo culto y lo popular, acompañado de un cierto repliegue al espacio privado, como espacio privilegiado del consumo cultural y al menor uso de los espacios públicos, que pone en entredicho las programaciones de carácter difusionista. Se promueve en lo cultural un enfoque "tecnicista" que persigue sustituir la presencia del Estado y reducirlo a funciones estrictamente de carácter subsidiario, propiciando la presencia de nuevos agentes y fuentes de fondos del sector privado. Frente a tales características, persisten todavia desequilibrios en cuanto a la oferta pública y privada de los servicios de las industrias culturales-comunicacionales así como una segmentación diferenciada en el consumo de éstos.
De esta suerte, el Estado venezolano mantiene una visión dentellada sobre los sub-dominios del campo cultural industrial-masivo; sin políticas, planes y proyectos para incorporarnos a una nueva estructura de circulación cultural, sin afectar nuestras identidades y diversidades. Las industrias culturales han adquirido una enorme centralidad en el consumo cultural de las poblaciones urbanas de la Región Latinoamericana (CATALÁN, Carlos y Guillermo Sunkel. 1992); es de suponer, que esta tendencia ocurre en nuestro país. Más precisamente, esta inclinación indica, que el consumo cultural de las poblaciones urbanas se ha transformado en un equivalente al consumo de los bienes producidos por la industria cultural. Aunado encontramos tres tipos de procesos complejos dada la diversidad de medios, bienes y prácticas que concurren a la constitución del mercado cultural y, definen los contornos del campo cultural en años recientes:
1.- La centralidad de los medios electrónicos (especialmente la televisión y la radio) en el consumo cultural de las poblaciones urbanas.
Para 1989 existían en América Latina y el Caribe 516 estaciones de TV (VHF y UHF), excluyendo el servicio de televisión por cable, de cuyo total Venezuela poseía 11 estaciones (ALFONSO, Alejandro. CIESPAL.1989). El número de receptores de televisión en América Latina se apreciaba para 1988 en 71 millones de unidades, lo cual permite calcular que -en teoría- unos 350 millones de latinoamericanos tienen posibilidades de su uso; de ese total se estimaba para Venezuela 2.760.000 receptores (CIESPAL, 1989). Al calcular la presencia de receptores por cada mil habitantes, nuestra país representaba 151.0 p/mil hab. Y el mercado potencial de las antenas parabólicas se estimaba para Venezuela en 15.000 mil unidades. El informe mundial de la UNESCO sobre la Educación (1991), indica que en Venezuela hay 428 radio-receptores y 147 televisores por cada mil habitantes.
2.- La escasa significación en los niveles de asistencia a los eventos de alta culta y cultura local-popular.
3.- La constitución de un sector de las industrias culturales que ocupa un espacio intermedio; menor al consumo de los bienes electrónicos y mayor al consumo de los eventos de alta cultura y cultura local-popular.
Este proceso significa que, desde el punto de vista del consumo, la industria cultural no puede ser considerada como un sector homogéneo. A lo menos es necesario distinguir entre la rama de los medios electrónicos (radio y televisión) y las restantes ramas que incluyen a la editorial (diarios, revista, libros), cinematográfica, discográfica y el circuito de videocassettes. Asimismo, el Informe Regional de los mercados de Video (1990) de la Federación Latinoamericana de Video arroja un volumen de ventas de copias legítimas de obras cinematográficas en video para Venezuela de 306 mil y el estimado de videograbadoras en poder del público era de 401.000. Otro dato estadístico interesante se refiere al mercado mundial de grabaciones de música que alcanzó según la International Federation of Producers of Phonograms and Videograms (IFPI-1989) a 22.600 millones de dólares, de los cuales Venezuela aportó 27,2 millones.
De lo que si podemos estar seguros, para discernir sobre la problemática actual de la ciudad y sus espacios de consumo cultural comunicacional, es que las industrias culturales y las nuevas tecnologías comunicacionales e informáticas productoras de bienes de capital y, aquellas en relación directa con actividades comerciales, se han transformado en los principales agentes de mensajes, bienes y servicios del desarrollo cultural urbano, pero con una característica esencial, conectan con dos conceptos claves: la fragmentación y el desplazamiento del intercambio de experiencias por el flujo (red) de información, que ordenan las nuevas formas de socialidad (MARTÍN-BARBERO, Jesús. 1994), es decir, los diversos modos de comunicar y habitar que hacen posibles e imposibles la valoración de la memoria, de los lugares propios.
Vivimos entre gente que consume en escenarios diferentes y con lógicas distintas, desde la tienda de la esquina y el mercado barrial hasta los macrocentros comerciales y la televisión. Sin embargo, como las interacciones pequeñas y personales, se vuelve necesario pensarlas en relación. Las organizaciones multitudinarias de la cultura no llevan a la uniformidad. El problema principal con que nos confrontamos es la masificación de los consumos, no es de homogeneización (GARCÍA CANCLINI, Néstor. 1994), sino por el contrario, el de las interacciones entre grupos sociales distantes en medio de una trama comunicacional muy segmentada.
Sin eludir, ni mucho menos dejar de destacar la acción cultural pública estatal en garantizar el acceso a los códigos de las bellas artes, el escenario de la Venezuela actual muestra un fuerte desequilibrio asimétrico de sus campos culturales. Mientras la demanda de bienes culturales relacionados con la difusión del campo cultural académico-culto se mantiene inelástica, por otro lado, se expande la oferta de un mercado nacional de bienes de consumo intermedio y, de medios electrónicos, con ciertas incursiones débiles del Estado Venezolano; pero sobre todo, dejando la problemática de la identidad territorial patrimonial y las culturas populares a una valoración nostálgica y resignada del pasado (GUZMÁN C., Carlos. 1994).
Mientras los medios electrónicos (radio y televisión) no generan discriminación entre los públicos, (es decir, son consumidores por personas de distinto sexo, edad, ocupación, nivel de ingreso, escolaridad, etc,) algunos factores discriminantes comienzan a operar en el nivel de consumo intermedio (diarios, revistas, libros, cine, videos, discos,etc,) y se acentúan notoriamente en el consumo de lo "culto-académico". En el nivel de consumo intermedio, ello supone que segmentos significativos de público no tienen acceso al consumo de este tipo de bienes culturales relacionado directamente a factores como la escolaridad e ingresos, lo que constituye una suerte de denominador común: mayor nivel de escolaridad y de ingresos, mayor frecuencia de consumo de bienes intermedios. Los "indicadores de condiciones de vida" elaborados por FUNDACREDESA en su Resumen Nacional y Metropolitano (15 Enero 1992) reafirman esta apreciación. Así tenemos, que en los estratos poblacionales IV y V, el porcentaje de no asistencia de los Jefes de Hogar al cine en los últimos seis meses de 1992 eran 95,7% y 95.5% y, para la mayoría de ellos tenían un porcentaje apreciable de primaria completa, incompleta, media incompleta y alfabetas.
LLegamos así a la llamada "culto-académica" ó "alta cultura" que presenta niveles de consumo más restringidos, manteniendo una oferta inelástica. Este perfil debe ser relacionado con el hecho de que los eventos de este campo son "exigentes" con el público en el sentido de que requieren cierto tipo de conocimiento (y de formación) para establecer contacto con ellos. Es decir, generan un tipo de discriminación que opera en gran parte por la vía de los géneros. No se trata, como sucede en el caso de la lectura de diarios, que se requiere un capital minimo (sabe leer) para acceder a este tipo de bienes. Los eventos de "alta cultura" requieren códigos de lectura especializados, que no se encuentran distribuidos equitativamente en nuestra sociedad. Adicionalmente, cabe destacar que este tipo de eventos también generan discriminación desde el punto de vista económico. A manera de ejemplo, vale la pena señalar, que el porcentaje de no asistencia de los Jefes de Hogar a obras teatrales y/o conciertos en los últimos seis meses de 1992, en todos los estratos poblacionales superan el 75%; el estrato V es de 94,2%. (FUNDACREDESA,1992).
Por último, una observación a propósito del consumo de la cultura local-popular. Es importante destacar, que elementos de ésta han sido incorporados y refundidos en los géneros propios de la cultura de masas, lo cual supone una redefinición de los "públicos" originales de estas formas culturales. Así se observa una "mediatización de lo popular" y un "movimiento hacia arriba" (CATALÁN, Carlos y Guillermo Sunkel. 1992) de ciertos géneros, que ahora se presentan bajo la forma del folklore readaptados para un consumo masivo y, en ciertos casos , para un consumo de élite. La mediatización de lo popular implica una transformación de los géneros tradicionales que se produce en términos de las reglas propias de los medios masivos, lo que provoca cambios de forma y de contenido.
Una explicación posible sobre la escasa significación en los niveles de asistencia a los eventos de cultura local-popular, aunque presentan niveles superiores a la "alta cultura" pero muy inferiores a las diversas ramas de la industria cultural, es el hecho de que están siendo incorporados a los medios masivos suprimiendo a través de éstos la necesidad de asistencia a los eventos en vivo, lo que implica un cierto repliegue al espacio privado y al menor uso de los espacios públicos.
Una mirada estratégica socio-cultural y comunicacional.
El tratamiento comunicacional de la realidad urbana y sus vinculaciones con la ciudad, por supuesto, no es reciente e inédito. Pero la intensidad y el grado absoluto de la discusión en relación a sus espacios de consumo cultural lo han colocado en una intersección que supera con mucho lo imaginado por los propios comunicadores sociales, lo cual nos obliga a re-pensar, en términos interdisciplinarios, lo que la ciudad significa en estos momentos como conocimiento, saber y objeto de atención de una teoría sociocultural del consumo. Lo que está en juego en la valoración de la relación Espacio Urbano-Ciudad-Consumo Cultural, es precisamente la noción de una cultura con mayúscula que ha tenido mucho más cercanía a la calle que a la casa, a lo público que a lo privado, reflejando la aspiración de una identificación. Por lo dicho, juzgamos a las prácticas de consumo cultural como un lugar de valor cognitivo, útil para pensar y actuar significativamente en la vida pública.
No obstante, por una parte, existen dificultades para definir con precisión el objeto de los estudios de consumo y recepción, los conceptos de públicos y consumidores, y por la otra, no es fácil abordar de manera integral la problemática de la ciudad como objeto de consumo cultural. Si bien las investigaciones sobre consumo se multiplicaron a partir de 1987 por las encuestas realizadas en las grandes urbes de países como Argentina, Brasil, México y Chile -en el marco del Grupo de Políticas Culturales del Clacso-, siguen reproduciendo el encasillamiento y la desconexión entre las ciencias sociales así como entre las prácticas culturales. Se habla de públicos de museos, o de teatro y cine, pero en realidad en las ciudades hay consumidores híbridos. Sólo un enfoque transversal de consumos y el estudio de la articulación entre consumos revelaría los perfiles y requerimientos complejos de los receptores de cada producto.
Y, volvemos a insistir, ¿contamos con un pensamiento a tono con esta "demanda del nostros": una demanda de comunidad, pluralidad y diferencia?. Sin pesimismos, la crisis de lo público, de la esfera pública en cuanto concepto fundante de una práctica sociocultural que encontró su lugar originario en el ámbito ciudadano (SCHMUCLER, H. y Patricia Terrero. 1992) es mucho más importante que la crisis de la Identidad Nacional porque consagra la fragmentación social, la desconexión social del lugar propio, del lugar con sentido, con memoria y, en esta orientación, la definición cultural de nuestras ciudades, pasa por lo público como respuesta a lo colectivo, lo manifiesto y lo abierto.
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Notas Bibliográficas.
(1).- Véase, BÉJAR, Helena: La Cultura del yo. Pasiones Colectivas y afectos propios en la teoría social. Alianza Editorial, S.A. Madrid. 1993. 231 págs; BRILL, Michael: Public Places and Spaces. Eds. Altman y Zube. Nueva York. Plenum Books. Arizona University. 1992; CELIK, Zeynep., Diane Favro y Richard Ingersoll: Streets. Critical Perspectives on Public Space. University of California Press, Ltd. United States of America. 1994. 292 págs; REGUILLO, Rossana: La ciudad de los milagros. Movimientos sociales y políticas culturales. Ponencia en el XIII Congreso Internacional de Ciencias Antropológicas y Etnológicas. Sección 260. History and Theory of Anthropology. Ciudad de México, México. 29 de Julio al 04 de Agosto de 1993. 26 págs. Mimeo.
(2).-Véase al respecto, BISBAL, Marcelino: La mirada comunicacional. Alfadil Ediciones. Colección Trópicos. Caracas, Venezuela. 1994; BRUNNER, José Joaquín, Alicia Barrios y Carlos Catalán: Chile: Transformaciones Culturales y Modernidad. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. FLACSO. Santiago, Chile. 1989; de los autores CATALÁN Carlos y G. Sunkel: "Consumo cultural en Chile: la élite, lo masivo y lo popular. Documento de trabajo FLACSO. N° 455. 1980., Algunas tendencias en el consumo de Bienes Culturales en América Latina. Documento de Trabajo FLACSO. Programa Chile. Serie: Educación y Cultura N° 27. Santiago, Septiembre de 1992; CIMET S., Esther, Martha Dujoune, Néstor García Canclini, Julio Gullco, Cristina Mendoza, Francisco Reyes Palma, Guadalupe Solter: El Público como propuesta (cuatro estudios sociológicos en Museos de Arte). México, INBA, 1ra. Edición. 1987; GARCÍA CANCLINI, Néstor (coord.): El Consumo Cultural en México. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México, 1992; del mismo autor, Públicos de arte y políticas culturales: un estudio del II Festival de la ciudad de México. México, UAM-ENAH-DDF.1992., El Cine Mexicano y sus públicos. IMCINE, México. 1994., Consumidores y Ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización. Ed. Grijalbo. 1ra. Edición. México.1995; GUZMÁN CÁRDENAS, Carlos Enrique: Asimetrías de la Urdimbre Cultural Venezolana. Políticas Culturales y Públicos. En: Comunicación. Estudios Venezolanos de Comunicación. N° 92. Centro Gumilla. Caracas, Venezuela. Cuarto Trimestre 1995; LANDI, Oscar: Devórame otra vez (qué hizo la televisión con la gente, qué hace la gente con la televisión). Argentina, Buenos Aires. Editorial Planeta Argentina SAIC. 1992; LANDI, Oscar., A. Vacchieri y L.A. Quevedo: Públicos y consumos culturales de Buenos Aires. Documento CEDES, N° 32. 1990; MARTÍN-BARBERO, Jesús y Sonia Muñoz(coordinadores): Televisión y Melodrama. Colombia, Tercer Mundo Editores. 1ra. Edición. 1992; MARTÍN-BARBERO, Jesús: Mediaciones Urbanas y nuevos escenarios de Comunicación. Coleccción Cátedra Permanente Imágenes Urbanas. N° 5. Coordinador General de la Cátedra Carlos Guzmán Cárdenas. FUNDARTE/Ateneo de Caracas. Venezuela. 1994; SILVA TÉLLEZ, Armando: Imaginarios Urbanos. Bogotá y Sao Paulo: Cultura y Comunicación Urbana en América Latina. Colombia, Tercer Mundo Editores. 1ra. Edición. 1992., del mismo autor, La ciudad deseada. FUNDARTE/Ateneo de Caracas. Coleccción Cátedra Permanente Imágenes Urbanas. N°2. Coordinador General de la Cátedra Carlos Guzmán Cárdenas. Caracas, Venezuela. 1993; VACHIERI, Ariana: La Educación y los consumos culturales. Buenos Aires, CEDES, 1990.
(3).- Ver, SCHMUCLER, Hector y Patricia Terrero: Nuevas Tecnologías y transformación del Espacio Público. Buenos Aires 1970-1990. TELOS/32. Madrid, 1992. pp. 27-28.
(4).- Ver, MARTIN-BARBERO, Jesús: Comunicación y ciudad: entre medios y miedos. En: El Espectador. Magazin Dominical. N° 388. Bogotá, Colombia. 1990. p. 15.
(5).-SCHMUCLER, Hector y Patricia Terrero: Nuevas Tecnologías y transformación del Espacio Público. Buenos Aires 1970-1990. Op. cit., 1992. p. 29. Negrillas nuestra.
(6).-GARCÍA CANCLINI, Néstor: Los desafíos de las Megaciudades a las Políticas Culturales. Ponencia en el XIII Congreso Internacional de Ciencias Antropológicas y Etnológicas. Ciudad de México, México. 29 de Julio al 04 de Agosto de 1993. p. 16. Mimeo. Véase, GUZMÁN CÁRDENAS, Carlos E.: La Ciudad, espacio para la políticas culturales. El Nacional, Nuevas Firmas. A/4 Opinión. Caracas, Venezuela. Sábado 14 de Mayo de 1994;Cultura, Ciudad y Municipio. ¿Cuál será la oportunidad hacia el siglo XXI?. El Nacional, Nuevas Firmas. A/4 Opinión. Caracas, Venezuela. Martes 14 de Junio de 1994.
(7).-LANDI, Oscar: Devórame otra vez (qué hizo la televisión con la gente, qué hace la gente con la televisión). Argentina, Buenos Aires. Editorial Planeta Argentina SAIC. 1992. p. 133. Véase, CHAMPARNAUD, Luc y René Téboul: Gouts et distinction dans la demande de biens culturels. En: Xavier Dupuis y Francois Rouet: Économie et culture. Les outils de l´économiste a l´épreuve. Volume I. La Documentation Francaise. Paris, 1987. pp. 109-123; DUPUIS, Xavier y Francois Rouet: Les déterminants de la demande. En: Xavier Dupuis y Francois Rouet: Économie et culture. Les outils de l´économiste a l´épreuve. Volume I. La Documentation Francaise. Paris, 1987. pp.85-87; EVRARD, Yves: Les déterminants des consommations culturelles. En: Xavier Dupuis y Francois Rouet: Économie et culture. Les outils de l´économiste a l´épreuve. Volume I. La Documentation Francaise. Paris, 1987. pp. 125-135.
(7).- Véase, GUZMÁN CÁRDENAS, Carlos E.: Las imágenes de la Urbe., en SILVA TELLEZ, Armando: La Ciudad deseada. Colección Cátedra Permanente "Imágenes Urbanas" N° 2. Fundarte/Ateneo de Caracas. Caracas, Venezuela. 1993; SILVA TÉLLEZ, Armando Silva: Imaginarios Urbanos. Bogotá y Sao Paulo: Cultura y Comunicación Urbana en América Latina. Colombia, Tercer Mundo Editores. 1ra. Edición. 1992; del mismo autor, La ciudad deseada. FUNDARTE/Ateneo de Caracas. Coleccción Cátedra Permanente Imágenes Urbanas. N°2. Coordinador General de la Cátedra Carlos Guzmán Cárdenas. Caracas, Venezuela. 1993. 47 págs;
(8).- Véase, AUGÉ, Marc: Los 'no lugares'. Espacios del anonimato. Editorial Gedisa. 1ra.Edición. Barcelona, España. 1993. 125 págs; MARTÍN-BARBERO, Jesús: Mediaciones Urbanas y nuevos escenarios de Comunicación. Coleccción Cátedra Permanente Imágenes Urbanas. N° 5. Coordinador General de la Cátedra Carlos Guzmán Cárdenas. FUNDARTE/Ateneo de Caracas. Venezuela. 1994. 39 págs.

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